miércoles, 13 de noviembre de 2013

JABÓN DE TAJO

En mi casa el jabón de tajo se usaba para todo.

Mi abuela le daba a la taja para sacar las manchas imposibles de la ropa y sólo utilizaba el jabón que hacía con sus vecinas. No dejo de sorprenderme de todos los productos que nos venden y compramos para lavar la ropa: detergente para ropa blanca, para ropa de color, para ropa negra, toallitas anti-grisáceos o atrapa-color, suavizantes con olor a marsella, lavanda, aloe vera...

El jabón de castilla o de tajo era muy versátil. Además de usarse para lavar la ropa también servía como jabón de tocador. Después de trabajar en la fragua, mi abuelo se enjabonaba con el jabón de tajo que había en su palanganero, por que "los otros jabones no limpiaban bien".
También servía de desinfectante. Si te caías y te hacías unos raspones en las rodillas, mi abuela cogía su jabón, te restregaba con él y luego te decía que soplases la herida. Mano de santo, sin agua oxigenada, ni mercrominas, ni ná, la herida se curaba sin infectarse.

Para hacer este jabón se recogían los aceites reciclados de freir y las grasas de la matanza. La abuela María los filtraba con un colador finito al que ponía por encima una gasa. Así estaba limpio y listo para hacer el jabón.

Es un jabón que asocio con mi infancia, con el pueblo. Ahora en mi casa nunca falta el jabón de tajo, por que atesora miles de historias, por que es un trozo de historia, por que sirve para todo; ¡bendito jabón que todo lo quita y todo lo cura!. 

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